¿Serían los autores y escritores buenos presidentes?
Los que pasaron del bolígrafo al mandato
Si los artistas, si los pensadores, si los grandes escritores fueran presidentes el mundo sería mejor.
Hemos escuchado argumentos similares a lo largo de la historia. En el mundo de la literatura, se piensa que estas grandes mentes pudieran quizás implementar nuevas ideas que cambien para bien el futuro de un país. ¿Pero, es así? Exploremos primero los principales argumentos a favor de los autores como líderes políticos:
Tienen alta perspicacia y reflexión profunda: como tienen una habilidad innata para analizar la naturaleza humana, comprender las complejidades sociales y reflexionar sobre cuestiones éticas y morales, la lógica dice que esto les permitiría tomar decisiones éticas (asumimos correctas) en el ámbito político.
Comunicación Efectiva: Los escritores pueden expresar ideas de manera clara y persuasiva, lo que podría ser crucial para convencer y movilizar a la población en torno a políticas y cambios importantes.
Empatía y Conexión con la Sociedad: Los escritores a menudo se sumergen en la experiencia humana y son capaces de conectar con una amplia gama de personas. Esto podría traducirse en una empatía y una comprensión de las necesidades y preocupaciones de la sociedad.
Pensamiento Crítico y Creatividad: siempre tienen la capacidad de cuestionar el status quo y abordar problemas desde perspectivas innovadoras. En un contexto político, esto podría conducir a la búsqueda de soluciones creativas y a la superación de desafíos convencionales.
Conciencia Histórica y Cultural: Los escritores a menudo están inmersos en la historia y la cultura de sus sociedades. Esto podría permitirles tomar decisiones políticas más informadas y considerar las implicaciones a largo plazo de sus acciones.
Y hay ejemplos de autores, y cuando digo autores me refiero a autores de profesión antes de entrar a la política, que llegaron a la presidencia. Una lista con algunos nombres:
Rómulo Gallegos: su obra más conocida fue “Doña Bárbara”, considerado para el Premio Nobel en Literatura en 1967 y presidente de Venezuela en 1984 (sólo por 10 meses).
Juan Bosch: autor de varios cuentos y presidente de República Dominicana (por sólo 8 meses)
Faustino Sarmiento: autor de “Facundo (Civilización y Barbarie)” y presidente de Argentina por 6 años.
Árpád Göncz: autor húngaro y el primer presidente de este país tras la caída de la Unión Soviética.
Cada quien tendrá sus opiniones sobre estos presidentes. Varios fueron filósofos y algunos son icónicos por ser los primeros en ser elegidos democráticamente en sus países. Pero la pregunta que se debe hacer: ¿han sido significativamente mejor que los que no son autores? ¿Tiene en verdad esta profesión y vocación una ventaja sobre el profesor, la comerciante, o el carpintero? Pienso que no.
Muchos idealistas quieren a ese filósofo, a ese autor que sea un buen orador, que sepa comunicarse efectivamente, que entienda muy bien el sentimiento del pueblo (o del sub-grupo del pueblo que le interese), que sea creativo, un pintor quizás, que quiera nuevos programas sociales, que este en descontento con el sistema financiero, que sea un conocedor de la historia de su país, y que le prometa al pueblo un mejor futuro.
Acabo de describir el perfil del autor con más ventas de copias de libros antes de convertirse en presidente en la historia: Adolf Hitler. Como podemos ver, la profesión de autor y pensador no se traduce necesariamente a buenas ideas.