¿Que pensaría Dostoievski de la violencia ideológica de hoy en día?
La perspectiva del autor ruso sobre la violencia del siglo XIX, traducida al siglo XXI
En el siglo XIX, los titulares de la prensa europea se vieron saturados con los escalofriantes relatos de las atrocidades perpetradas por los otomanos al reprimir los levantamientos entre sus súbditos eslavos. Se narraban historias desgarradoras de familias enteras aniquiladas, mujeres sometidas a violencia y tortura, personas vivas humilladas y cadáveres ultrajados, niños asesinados frente a los ojos desconsolados de sus progenitores. Un caso de especial notoriedad, que dejó una profunda huella en el propio Dostoievski, fue el de una niña pequeña obligada a presenciar impotente cómo desollaban vivo a su propio padre. Estos relatos tristemente resuenan de manera familiar en el siglo XXI.
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Fiodor Dostoievski, el genial autor de obras magistrales como "Crimen y Castigo", "Memorias del Subsuelo" y "Hermanos Karamazov", inicialmente llegó a creer que actos violentos de esta naturaleza eran exclusivos de mentes incivilizadas. Sin embargo, con el transcurso de su vida, sus convicciones evolucionaron. Advertía con perspicacia que, en realidad, "si dependiera de nosotros, tal vez nada nos detendría a pesar de toda nuestra civilización". Para él, la sociedad se ve moldeada por las corrientes, las modas ideológicas y los hábitos, y en caso de que surgiera una nueva tendencia respaldada por los supuestos expertos en política, historia o justicia, señalaba con preocupación que "no faltarían quienes la adoptarían, independientemente de su naturaleza abominable". La reflexión de Dostoievski resuena como una advertencia atemporal sobre la fragilidad de nuestras convicciones civilizadas frente a las cambiantes mareas de la opinión y la autoridad.
Un ejemplo ilustrativo de esta dinámica se encuentra en los trágicos sucesos del 11 de septiembre. En un principio, la percepción errónea predominante entre la población sugería que estos actos eran obra de individuos incultos, considerados por la ignorancia global como unos “salvajes del Medio Oriente.” Sin embargo, posteriormente se descubrió que los terroristas provenían de entornos acomodados y con una sólida educación en la región. Este giro revelador pone de manifiesto la peligrosa falacia de asociar automáticamente la violencia con un supuesto nivel de cultura, subrayando así la complejidad subyacente en la comprensión de los motivos y orígenes de acciones tan impactantes.
Según las palabras de Dostoievski, si un acto violento se enmarca bajo el principio de que "el fin justifica los medios" y un “experto” ideológico respalda esa perspectiva "usando el estilo apropiado", entonces, según sus propias palabras, "créanme que habría personas respetables entre nosotros dispuestas a llevar a cabo esa idea". Este planteamiento subraya, por ende, que resulta un error, y además uno de consecuencias significativas, concebir que solo los individuos etiquetados como "malvados" son capaces de perpetrar acciones de maldad. La complejidad de la naturaleza humana, según Dostoievski, desafía las categorizaciones simplistas y exige un análisis más profundo de los factores que pueden conducir a actos moralmente cuestionables.
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Dostoievski, al reflexionar sobre su afiliación ideológica durante sus días de revolucionario contra el Czar Alejandro II, analizó detenidamente a su grupo compuesto por individuos de refinada sofisticación, equiparables en la era moderna a aquellos con una educación de élite. En esa época, su rebelión abrazaba una suerte de "socialismo teórico", aunque, para los propósitos de este argumento, podría haber adoptado cualquier otra teoría. Con contundencia, el autor sostiene que no hay razón persuasiva para suponer que "ni siquiera el acto de asesinar habría sido un impedimento para nosotros", ya que estaban “inmersos en doctrinas que habían aprisionado sus almas.”
En su obra "Los Poseídos", Dostoievski proclama: "¡Se puede cometer el acto más repugnante y malvado sin serlo en lo más mínimo! Y esto sucede... en todo el mundo, desde el principio de los tiempos". Posteriormente, agrega con impactante sinceridad: "La posibilidad de considerarse, y a veces incluso ser, una persona honorable y al mismo tiempo cometer una villanía obvia e innegable, es una posibilidad que pasamos por alto bajo nuestro propio riesgo". Estas palabras, impregnadas de profundidad y reflexión, resaltan la complejidad moral inherente a la condición humana y la amenaza de autoengaño que se cierne sobre aquellos que subestiman tal dualidad.
En el complejo tejido de nuestra sociedad actual, nos encontramos inmersos en la paradigmática dicotomía política, donde grupos de ambas vertientes del espectro están absolutamente convencidos de que el otro constituye un enemigo, un demonio, un mal que clama ser erradicado. Si me aventuro con la osadía de adentrarme en las cavilaciones de una mente tan prodigiosa como la de Dostoievski, sugiero que él hubiese pedido que ejerciéramos cautela respecto a la certeza de nuestros propios ideales o del sentido de justicia que profesamos. En su ruso antiguo y con su reportada confianza de la sabiduría de los años creo que diría unas palabras como estas: