¿Por qué apoyan a Maduro fuera de la frontera Venezolana?
Buscando entender esta dinámica desde la filosofía de un marxista: Slavoj Žižek
Mientras redacto estas líneas, Nicolás Maduro y su régimen continúan perpetrando atroces violaciones de derechos humanos: secuestran a ciudadanos de sus hogares, persiguen a los manifestantes, los encarcelan, asesinan a inocentes y establecen campos de re-educación, tal como ellos mismos lo denominan. Todo esto ocurre después de que Maduro se autoproclamara presidente con uno de los fraudes más notorios en la historia de América, respaldado por un error estadístico tan absurdo como flagrante. Sin embargo, a pesar de la magnitud de estos abusos, las redes sociales se ven inundadas de mensajes internacionales que lo defienden. Un amplio espectro de periodistas independientes, civiles, políticos, celebridades y ciudadanos comunes se ha pronunciado en favor del dictador.
En el ámbito macropolítico, las declaraciones y posturas de figuras como Gustavo Petro y Lula Da Silva respecto a la dictadura venezolana resultan frustrantes, aunque no sorprendentes. Lo que realmente me ha llevado a un estado de desolación es la defensa del régimen por parte de ciudadanos comunes, que podrían ser fácilmente víctimas de un régimen como el de Maduro. Esto me ha deprimido y en esa oscuridad la lectura es mi psicóloga. Siempre me ha servido como guía, y en ella he intentado desentrañar las razones detrás de esta postura pro-Maduro.
La mayoría de estos revolucionarios del teclado son de ideología de extrema izquierda, así que decidí leer algunos textos del pensador marxista más complejo y controvertido desde Karl Marx: el filósofo esloveno Slavoj Žižek. Mi intención era comprender el mundo a través de su perspectiva, una visión que él mismo categoriza como “conservadora, moderada y comunista”. Y efectivamente, encontré en sus ideas una comprensión más profunda de esta distopía contemporánea.
Žižek sostiene que vivimos en una sociedad de identidades y alianzas. En este contexto, las identidades pueden llevar a lo que él denomina la falacia de las “alianzas impías”. Esta falacia ocurre cuando se fusiona un movimiento o idea progresista en busca de avance social con otro que solo trae daño y retroceso. Žižek ilustra este punto con el ejemplo de Uganda, donde, este año, se aprobó una ley que criminaliza la homosexualidad con pena de muerte ¿Y cuál es la razón de que esta ley haya sido aprobada con mayoría absoluta? No se originó desde círculos de la ultra-derecha, sino a filosofías de la propia izquierda. En el mundo moderno de las identidades, donde las luchas de clases han sido reemplazadas por identidades anti-colonizadoras, anti-imperialistas y anti-fascistas, la oposición a cualquier influencia occidental puede llegar a extremos peligrosos. Esto fue el caso en Uganda. Los derechos LGBTQ son percibidos como una imposición, una idea más de los colonizadores occidentales, por lo tanto la lucha contra la colonización se ha convertido en una justificación para prohibir los derechos de las personas.
El homosexual en Uganda paga el precio de las alianzas impías, y algo similar ocurre en Venezuela. La violencia estatal no puede sostenerse sin su propaganda siendo repetida por entes internacionales. El régimen venezolano necesita una base intelectual que respalde sus ideas en el exterior, y ha encontrado en el movimiento descolonizador a sus aliados ideológicos. Parafraseando a Orwell, algunas ideas son tan absurdas que sólo los intelectuales pueden creerlas. Žižek, cabe señalar, apoyó el proyecto de Chávez y el socialismo del siglo XXI en sus inicios, pero desde entonces se ha distanciado de esa idea y se ha unido al grupo de intelectuales marxistas y socialistas que reconocen su fracaso. Pero este grupo es pequeño en el ámbito occidental. Al menos, más pequeño de lo que debería serlo. Entonces, ¿por qué no hay más socialistas dispuestos a admitir el fracaso del modelo venezolano y a defender al pueblo? Žižek ofrece una explicación filosófica para quienes viven en las democracias neoliberales modernas:
“No es tanto que la mayoría se deje engañar, sino que no le importa: su principal preocupación es que la vida cotidiana relativamente estable continúe sin perturbaciones. La mayoría no quiere una democracia real, en la que realmente pueda decidir: quiere una democracia aparente, en la que pueda votar libremente, pero en la que una autoridad superior de confianza le presente una opción y le indique cómo debe votar.”
La mayoría de las personas, al estilo de El Gran Inquisidor de Dostoievski, no desea ser libre; prefiere que le indiquen qué hacer y en qué creer. Los líderes anti-imperialistas contemporáneos les han dictado el camino correcto, y en ese proceso, han elegido a nuestro verdugo.
Nota: Este fenómeno no se limita a la izquierda; también aplica en ideologías de derecha. Sin embargo, este artículo se enfoca en el apoyo a Maduro en Venezuela.
Adicionalmente, parte del problema radica en el uso del lenguaje en las ideologías de anti-colonización. El concepto de descolonizar una región se utiliza a menudo de manera genérica, como una metáfora, cuando originalmente se refería a iniciativas de repatriación de tierras a los indígenas en América. Sin embargo, esta interpretación metafórica ha prevalecido, con un aumento en los llamados a “descolonizar nuestras escuelas”, utilizar “métodos descolonizadores” o “descolonizar el pensamiento estudiantil”. Žižek argumenta que esta universalización metafórica diluye la violencia real de la descolonización. Descolonizar es una lucha ardua, y estar colonizado es una batalla. Ignorar esto permite que los anti-fascistas pasen por alto el fascismo real, al proteger la violencia de un régimen opresor bajo el manto de un movimiento anti-colonizador, anti-occidental, anti-imperialista o anti-capitalista.
Žižek también advierte a su propia izquierda sobre el peligro de las revoluciones y la falta de planificación para el “día después”. Él se considera un comunista del “día después”, una referencia a los métodos anticonceptivos de emergencia como el Postinor o el Plan B. Pocos revolucionarios saben cómo mejorar verdaderamente el mundo post-revolucionario y, en cambio, se enfocan únicamente en derrocar el sistema actual. África ha sido el mejor ejemplo de esto para el filósofo esloveno. Numerosos países africanos, desde Angola hasta Zimbabue, después de la caída del control imperial occidental dieron lugar a sistemas sociales corruptos, con una brecha mayor entre los nuevos amos y los pobres que durante la colonización. En estos contextos, la “descolonización” se convirtió en una metáfora de la aparición de una nueva sociedad de clases. La revolución no vendió esta nueva brecha, pero fue el producto que han entregado desde entonces. Hoy en día, Sudáfrica presenta la mayor brecha entre ricos y pobres, al punto de que una activista negra del Congreso Nacional Africano, que gobierna desde 1994, afirma que muchos de los negros pobres anhelan la época del apartheid. Ya que había seguridad en ese entonces, mientras que hoy en día la pobreza ahora se combina con violencia e inseguridad. Es deprimente pensar que uno de los sistemas más injustos de la historia como el apartheid, sea añorado por la clase negra baja de este país. Por supuesto, ni Žižek ni su servidor estamos argumentando un regreso a este sistema discriminatorio, sino mostrar como las revoluciones fallan con frecuencia en establecer un orden efectivo post-revolución, independientemente si eliminar dicho sistema era lo correcto o no.
Aquellos de nosotros que vivimos (o solíamos vivir) en Venezuela entendemos esta realidad. El socialismo del siglo XXI prometía una nueva y mejor sociedad, y muchos creyeron en ella. Ahora, la mayoría es víctima de esa misma promesa fallida. Como escribió Pablo Vierci en su libro La Redención de Pascasio Báez, “dentro de la revolución todo, fuera nada.” La revolución se considera la única opción ideológica. Por lo tanto revolucionarios, pensadores, teóricos marxistas, socialistas y otras ramas de pensamiento continuaran defendiendo la crisis venezolana. El sufrimiento del pueblo es irrelevante, o mínimo en comparación al bien de la revolución. Cómo dijo Mao: “La revolución no es una cena”. Pero Žižek pregunta, “¿qué sucede cuando, tras la revolución, no hay comida para la cena?”
Independientemente del apoyo que los revolucionarios de teclado puedan ofrecer a Maduro, me quedo con las palabras de Abraham Lincoln:
“Puedes engañar a todas las personas algunas veces y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”