EL SUEÑO DE UNA BIBLIOTECA PERFECTA
Basado en el libro de Irene Vallejo: El Infinito En Un Junco
Para Alejandro Mago, el mundo nunca fue suficiente. Uno de los personajes más destacados de la historia, logró conquistar Anatolia (Turquía), Persia, Egipto, Asia Central, la India, entre otros territorios, en tan solo 8 años. Fundó 70 ciudades impulsado por la sed de fama y admiración. Se creía tan grande como las leyendas, tenía una obsesión con Aquiles, influenciado por los poemas homéricos que su maestro Aristóteles le enseñó. Se cuenta que Alejandro dormía siempre con su ejemplar de la Ilíada y una daga debajo de la almohada.
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Un día, Alejandro tuvo un sueño en el cual tuvo un encuentro con un anciano de pelo canoso. El misterioso desconocido recitó versos de la Odisea que mencionaban una isla llamada Faro, frente a la costa egipcia. Alejandro, interpretando esto como un presagio, decidió fundar la ciudad en ese lugar, cerca de la llanura aluvial donde el delta del Nilo se encuentra con el Mediterráneo. La idea para esta ciudad: tener una biblioteca con todos los libros del mundo.
Trágicamente, cómo suele la historia, Alejandro funda la ciudad pero nunca la volvería a ver.
En aquel entonces, Oriente brillaba como el foco de la civilización, mientras que Occidente era considerado un territorio oscuro y salvaje habitado por bárbaros. Macedonia (en el norte actual de Grecia), de donde era Alejandro Magno, se expande por el mundo y con ello Alejandro cambió esa actitud de menosprecio. Su poder y carisma eran tan grandes que todos los griegos lo adoptaron como su héroe.
Durante los siglos de dominación turca otomana en Grecia, los griegos tejieron leyendas en las que el gran héroe Alejandro regresaba para liberar a su patria de la opresión extranjera. Pero Alejandro soñaba con un Imperio Mestizo. El rey casaba a sus generales y allegados con mujeres de los territorios persas que iba conquistando. Igualmente, 10 mil soldados recibieron una dote real por casarse con mujeres orientales. En la mente de Alejandro bullía la idea de un imperio mestizo, donde las tensiones entre nacionalismos y fusión cultural estallarían pronto.
Sin embargo, Alejandro no tuvo tiempo de imponer su visión. Murió al comienzo del verano siguiente en Babilonia, a la edad de 32 años. La causa exacta de su muerte es motivo de debate hasta el día de hoy. Algunos creen que sucumbió a una fiebre, mientras que otros sostienen la teoría de que fue asesinado por envenenamiento, quizás por su gran amigo, Ptolomeo.
Para ese entonces, los oficiales macedonios de Alejandro se encontraban nerviosos y resentidos. La mayoría de los soldados de su ejército eran iranios o indios. Alejandro permitía la entrada de bárbaros incluso en los regimientos de élite y otorgaba nobles títulos a algunos de ellos. Esta política generaba inquietud entre los oficiales macedonios. Al mismo tiempo, Alejandro había sufrido graves heridas en nueve lugares diferentes durante sus batallas. Quizás muere de alguna infección en las mismas.
Cuándo muere, el rumor de un envenenamiento se extendió rápidamente, y entre los panfletos, las acusaciones y los intereses sucesorios, los historiadores no han logrado resolver el enigma. La figura de Ptolomeo, quien se convertiría en uno de los sucesores, y el faraón de Egipto, perduraría en la historia. Se debate si fue un amigo fiel o tal vez un traidor en el juego de poder tras la muerte de Alejandro. Aunque no entendía el idioma egipcio y no era hábil en las ceremonias, Ptolomeo sospechaba que los cortesanos egipcios se burlaban y desconfiaban de él. Ante este desafío, decidió apaciguar la tensión y le regaló a Egipto el privilegio de tener la nueva capital del imperio: Alejandría.
Ptolomeo decidió invertir su dinero en dos grandes proyectos: la Biblioteca y el Museo de Alejandría. El impacto de esta decisión es crucial para comprender la importancia de la existencia de esta biblioteca. En tiempos pasados, las bibliotecas eran privadas y se especializaban en temas útiles para sus propietarios. Sin embargo, la Biblioteca de Alejandría era diferente. Contenía una amplia variedad de libros sobre todos los temas y de todas las procedencias. Sus puertas estaban abiertas para todos aquellos sedientos de conocimiento, y de todas las nacionalidades. En este lugar, las fronteras desaparecieron y se estableció la calma. Alejandría fue la primera versión del internet. Todo por un extraño sueño de Alejandro Magno.