El día que murió El Liberalismo
El Liberalismo tuvo un funeral financiado por el propio Liberalismo según Christopher Hitchens
Puedes escuchar la historia y el concepto de las 4 ideologías políticas más poderosas del mundo moderno en el podcast: Liberalismo, Conservadurismo y Nacionalismo.
El Socialismo (será publicado el 25 de Noviembre) Spotify / YouTube
En 2005, el periódico danés Jyllands-Posten publicó una serie de caricaturas satíricas sobre el profeta Mahoma. Estas caricaturas desataron una reacción furiosa en ciertos sectores de la comunidad islámica, donde la representación visual de Mahoma está estrictamente prohibida. Para muchos, incluso una imagen respetuosa sería considerada una transgresión; que además fueran caricaturas satíricas elevó la indignación al considerarlas un acto de blasfemia deliberada. El resultado fue una crisis global: las protestas pasaron de lo simbólico a lo violento, con reacciones que incluyeron manifestaciones masivas, atentados y asesinatos en varios países.
Entre los incidentes más graves, destacaron los ataques a embajadas danesas en Siria y Líbano, que fueron incendiadas por multitudes enardecidas. En Nigeria, más de una decena de personas murieron durante protestas violentas. En Turquía, el sacerdote italiano Andrea Santoro fue asesinado en su iglesia por un joven que gritaba "Allahu Akbar," en protesta por las caricaturas. En Afganistán y Pakistán, disturbios dejaron también numerosas víctimas mortales. Los caricaturistas responsables del material, así como varios periodistas del periódico, recibieron amenazas de muerte y tuvieron que vivir en la clandestinidad o bajo protección policial permanente. Esta ola de violencia no solo mostró la capacidad de unos pocos radicales de intimidar, sino que puso al liberalismo occidental ante un dilema crucial: ¿deberían las sociedades liberales defender el derecho a la libertad de expresión, incluso frente a amenazas tan graves, o proteger a los grupos que veían las caricaturas como un insulto inaceptable?
En medio de este debate, dentro de las propias democracias liberales surgieron voces que cuestionaron la publicación original. Argumentaban que las caricaturas eran innecesarias y provocadoras, una afrenta gratuita contra las sensibilidades religiosas de millones de personas. Muchos pedían autocensura en nombre del respeto cultural y religioso. Para Christopher Hitchens, sin embargo, estos argumentos eran una rendición inaceptable. Hitchens, un liberal ferviente, que paso gran parte de su carrera criticando la religión, fue un defensor intransigente de la libertad de expresión. En esta crisis el alzó su voz con claridad. “La libertad de expresión significa que puedo decirte lo que tú no quieres oír,” sostenía. En su visión, aceptar las demandas de censura era capitular ante el fundamentalismo y traicionar uno de los principios centrales del liberalismo: la libertad de cuestionar y desafiar cualquier dogma, ya fuera religioso o ideológico.
Hitchens y la Crisis del Liberalismo
Hitchens argumentó que, ante los ataques y las amenazas, el occidente liberal debía responder con firmeza, demostrando que en sus sociedades la crítica y la sátira, incluso hacia las religiones, son un derecho inviolable. Creía que todos los periódicos del mundo libre debieron publicar las caricaturas al día siguiente del escándalo, para demostrar que las amenazas de unos pocos, no dictan los principios de una sociedad democrática. Sin embargo, sólo dos medios estadounidense reprodujo las imágenes del periódico danés, citando temores de represalias. Uno de ellos fue Vanity Fair, donde Hitchens trabajaba y donde presionó personalmente para que se publicaran las caricaturas. Para él, este acto era más que un gesto editorial: era una defensa activa del liberalismo frente a quienes buscaban erosionarlo.
La autocensura no es un acto de prudencia ni de tolerancia, sino una forma de cobardía que equivalía a permitir que el extremismo dictara las normas culturales. Para él, el liberalismo occidental, al claudicar ante estas presiones, estaba sufriendo lo una especie de síndrome de Estocolmo ideológico, donde los fundamentalistas religiosos ejercían “bullying” sobre los liberales, y estos cedían en nombre de una malentendida tolerancia. Hitchens nunca perdonó esa falta de firmeza.
Los Principios del Liberalismo y la Libertad de Expresión
Recordemos que la libertad de expresión ha sido, desde la Ilustración, uno de los pilares fundamentales del liberalismo. Pensadores como John Locke y John Stuart Mill la consideraron esencial para proteger la dignidad individual y garantizar el progreso social. No solo protege a quienes emiten ideas, sino a la sociedad misma. Reprimir cualquier opinión, por más ofensiva o impopular que fuera, privaba a la sociedad de la oportunidad de aprender y evolucionar. Esta capacidad para debatir y cuestionar abiertamente es, según el liberalismo, lo que evita la tiranía y fomenta el progreso. Sin embargo, como Hitchens señaló con frecuencia, este principio solo tiene valor si se defiende precisamente en los momentos más difíciles, cuando el discurso resulta incómodo.
El Dilema del Liberalismo en el Siglo XXI
A medida que las sociedades liberales se vuelven más diversas y multiculturales, los conflictos entre la libertad de expresión y el respeto a las sensibilidades culturales se han vuelto cada vez más frecuentes. En este contexto, muchas democracias liberales enfrentan una presión constante para adaptar sus principios a las demandas de grupos que valoran el respeto colectivo sobre la autonomía individual. Este choque de valores plantea una pregunta fundamental: ¿puede el liberalismo mantenerse fiel a sus ideales en un mundo cada vez más globalizado y plural?
Para Hitchens, la respuesta era clara: la libertad de expresión debía ser defendida de manera absoluta, incluso si ello significaba enfrentarse a sensibilidades religiosas o culturales profundamente arraigadas. Ceder en este principio, aunque fuera en nombre de la armonía social, significaba abrir la puerta a una censura que acabaría por corroer los cimientos del liberalismo desde dentro.
Para Hitchens, el liberalismo entró en cuidados intensivos cuando los medios occidentales decidieron no publicar las caricaturas de Jyllands-Posten. Su pregunta, entonces, no era si el liberalismo podía sobrevivir, sino si tenía el coraje necesario para hacerlo.
En el 2015, cuatro años después de la muerte de Christopher Hitchens, una revista francesa, Charlie Hebdo, publicó una caricatura satírica del profeta Mahoma, lo que desencadenó un brutal ataque a sus oficinas y la trágica muerte de 12 personas inocentes de parte de una minoría radical. Desde entonces, no ha habido publicaciones de este estilo en el occidente. ¿Ganó el “bullying” religiosos? ¿Está acaso el liberalismo equivocado en su intransigente defensa de la libertad de expresión? ¿Es el respeto por ideas sagradas superior al principio de libertad de expresión occidental?
Hitchens, sin duda, habría sostenido que el liberalismo, tal como lo conocía, murió. Ahora le corresponde a la sociedad decidir si si vale la pena resucitarla. Veremos cuál será la decisión.
La globalización y la tiranía del capitalismo han terminado con el liberalismo… y se llevará muchas más conquistas sociales por delante…
Yo me pregunto si alguna vez vivió, ya no digamos plenamente.