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Avatar de Estefany Pinzon

Maravilloso escrito, se relaciona un poco con un libro titulado Dividir para matar, en el que el autor intenta entender la mentalidad del genocida, pero no del alto mando que borra a miles con firmar una orden, sino con aquel que está en la calle, en el monte, cubriendose de sangre y muerte, la conclusión más o menos es: toma un montón de gente, uniformala, diles que tienen una misión, garantizales que sus actos no verán ninguna clase de sanción jamás y ya tienes un genocidio, ni siquiera hay que pagarles. Les acabas de dar lo que necesitaban para bañarse en su sadismo: una excusa. Después de todo hay muy pocos que se han atrevido a decir "hice esto porque me encanta".

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Mucho se habla de Eichmann y los genocidas que perdieron, pero casi nadie se atreve a hablar de los que ganaron. De los que también mataron, arrasaron ciudades, torturaron y cometieron crímenes masivos… pero como estaban del lado "correcto", la historia les dio impunidad. Hiroshima, Dresde, el Gulag, Vietnam, Camboya… silencio. La historia no la escriben los justos, la escriben los vencedores.

Eichmann fue secuestrado ilegalmente por el Mossad en Argentina ¿Juicio justo? No ¿Respeto por la soberanía? Tampoco. Lo agarraron, lo drogaron, lo sacaron del país como carga diplomática y lo llevaron a Israel para hacer un juicio espectáculo. No lo defiendo —era un engranaje más de una maquinaria de exterminio— pero la pregunta incómoda es: ¿qué diferencia hay entre eso y los métodos que ellos mismos denuncian? El doble estándar moral es aterrador.

La gente le teme a esa pregunta. Le teme a la idea que el mal no es exclusivo de "los malos". Prefiere creer que es un ente externo, algo ajeno, que nunca les tocaría. Pero la verdad es otra: todos tenemos un lado oscuro. Todos. Con el contexto adecuado, con el relato correcto, con presión y legitimidad, cualquiera puede cometer aberraciones y sentirse justificado.

Arendt habló de la banalidad del mal: Eichmann no era un monstruo, era un burócrata obediente. Jung decía que si no enfrentás tu sombra, esa parte oscura te domina. Nietzsche avisó: el que lucha contra monstruos, que se cuide de no convertirse en uno. Hobbes entendía que el hombre, sin un orden fuerte, es naturalmente violento. Rousseau y sus fantasías del buen salvaje no explican ni una página de la historia de la humanidad.

Y después tenés a Marx, que redujo todo a condiciones materiales y lucha de clases justificando violencia y dictaduras por el bien común. Pero esa mirada simplista sirvió de excusa para justificar millones de muertos en nombre del pueblo. El horror no tiene ideología: tiene oportunidad, relato, y humanidad.

Por eso te hablo a vos. Basta de hacerte el inocente. Tenés oscuridad adentro. Todos la tenemos. Lo importante no es negarla, ni disfrazarla de causa noble. Lo importante es qué hacés con eso. Porque si no la enfrentás, te va arrastrar. Y cuando eso pasa, no sos mejor que Eichmann… solo estás esperando tu turno, tu uniforme, tu excusa, tu razón final.

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